miércoles, 15 de enero de 2014

¿Soy intimidante o consciente?

Hace un par de días me reuní con un amigo a revisar una propuesta de trabajo. Un amigo de mi camino espiritual. Después de hablar de la propuesta, salió a la conversación el hecho de que terminé con mi última pareja y las razones por las cuales esto se había dado. Él se quedó confundido cuando acabé de contarle… Definitivamente consideraba que era justificable… pero no entendía los pormenores. Se puso las manos en la cabeza y dijo: “(los hombres) ¡Estamos en pañales!”.

Para mis amigas mujeres la cosa no pudo estar más clara. Lo captaron inmediatamente. Muchas con historias de abuso de poder por parte de hombres en sus vidas. Casi todas en un proceso de sanación, de crecimiento espiritual. Ninguna ya dispuesta a “volver atrás” y a ser la misma de antes. No más acallar sus voces internas, hacerse pequeñas para que el que esté a su lado se pueda sentir grande, apagar su luz para que otros brillen, vivir una vida sin sentido, pero “cumpliendo su deber de mujeres”. Siendo “buenas.”


Siguió la conversación con mi amigo. Antes de terminar el tema me dijo algo –  creo que como una expresión de su propia frustración al no lograr entender a profundidad ni mi pensar, ni mi sentir. Me lo dijo como un “cuate” le diría a otro “cuate” algo que considerara importante que supiera:

“Es que eres demasiado exigente. …más que eso, eres prácticamente una amenaza para cualquier hombre, eres verdaderamente intimidante. Con esa seguridad que tienes y encima de todo, tus conocimientos.”

Hago la aclaración de que, en este camino de crecimiento nos decimos las cosas tal como son, porque sabemos que hacer eso, no es más que una muestra de amor incondicional. Cuando alguien se puede sentar frente a uno y decirle algo “difícil” de decir, con total claridad, sin vueltas, directo, y – sobre todo – con muchísimo respeto, es una muestra de amor.

Hace años, este comentario me hubiera hecho añicos. Inmediatamente hubiese conectado con esa parte de mí que me decía que yo estaba mal, que yo me había equivocado y que tenía que salir corriendo a pedir disculpas. Que realmente debía ser más “realista”, más flexible,  dejar de esperar “tantas” cosas de mi pareja o de la vida en general y, por encima de todo, ser más conformista. No “molestar.”

Pero esta vez, fue totalmente diferente. Fue como si esa parte mía nunca hubiese existido… No se me movió un pelo cuando él hizo este comentario. No salí de mi centro, ni perdí el enfoque. Con todo cariño y respeto, al igual que él, le respondí: “Si, es cierto. Para un hombre como tú, que no ha hecho su trabajo, puedo ser una amenaza. Pero para un hombre como el que yo deseo, que haya hecho su trabajo y se sienta tan seguro de sí mismo que no le afecte que yo sea yo misma, así como soy, no represento ninguna amenaza. Ahora no me queda la más mínima duda de que lo valgo. Puedo ser la mujer más dulce, más amorosa, más flexible y femenina del mundo, siempre y cuando me dejen Ser tal como soy.”

La aceptación total de mi persona no es negociable. No voy a permitir a nadie que intente cambiarme. Ya no estoy dispuesta a hacer cosas que no me hacen feliz.

Si he de ser honesta… no me hace falta estar con alguien al lado mío. Ya esas épocas pasaron. Me siento tan feliz y tan plena que no necesito, ni creo necesitar, una pareja. Entiéndase bien… no lo “necesito”, lo cual no quiere decir que no lo desee. Sí, lo deseo, claro que sí. Pero estoy consciente de que no es una necesidad, No me siento sola, ni incompleta, ni rara, ni fracasada por no cumplir una de las expectativas de éxito de la sociedad: estar en pareja.

Y en este momento, sólo deseo continuar en paz trabajando las emociones y los temas que me tocan sanar en este duelo que atravieso. La tristeza y el dolor todavía están presentes. Todavía me hace falta. Todavía lo amo. Eso no ha cambiado en absoluto. Sólo que ya no deseo ser su compañera.

Y cuando aparecen estas emociones, las siento con amor. Les doy la bienvenida con respeto, sin miedo de sentirlas, honrándolas tal como son. Uso diferentes técnicas que me permiten sanarlas. Sé que todo está bien así como está. Sé que se acabará cuando sea el momento, que el tipo de amor que ahora siento se habrá transformado y que yo, gracias a esto, habré evolucionado, habré crecido.

Estoy agradecida por esta experiencia de pareja. Agradezco esta conversación y los comentarios de mi amigo. ¿Qué se requeriría para que aprendamos a ver estas situaciones que suceden en nuestras vidas como oportunidades de crecimiento? 




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