El miedo. Tan escurridizo y misterioso
que se inventa mil y un nombres para no ser descubierto. Celos, envidia, enojo, tristeza, timidez, culpa,
vergüenza, comparación, insuficiencia, crítica… O incluso conceptos aceptados
socialmente, como “por respeto”, “sé modesto”, “pasa desapercibido”, “hay que obedecer”… todo, al final, puro miedo.
A veces aparece en forma de “verdades
universales”, paradigmas, creencias generalizadas – de tu familia, de tu grupo
o de tu género – que hasta se sienten cómodas. Nos sirven de excusa para no
tener que pasar por todo lo que implica desafiar a todos los defienden esos
conceptos a capa y espada. Son como viejos amigos que nos acompañan en el día a
día. Se vuelven parte de nuestra personalidad, de nuestro carácter o en nuestra
personalidad en sí: el tímido, la víctima, el enfermito, la pobrecita, el “recha”…
¡En fin!
En el miedo ni siquiera importa si estás
solo o acompañado. En familia por ejemplo, a la mayoría se nos enseña –
tácitamente – a ocultarlo. Es un tema que no se habla abiertamente. Todos saben
en algún nivel que existen… incluso se comparte. “Todo va a estar bien”, se nos
dice del diente al labio; pero se lo que se vive es miedo y ausencia de fe. No
hay congruencia.
Tomar consciencia de aquello que
tememos, de los miedos que habitan en nosotros, a veces nos asusta. Es como si
contactáramos una parte “desconocida, terrible y obscura” nuestra. Una que no
queremos conocer, pues pensamos que, si “abrimos esa caja de Pandora”, el miedo
se volverá REAL… Si no lo hacemos…
entonces no importa, no pasa nada… estamos seguros.
Es TOTALMENTE lo contrario. Cuando nos
damos cuenta de un temor, un bloqueo o un defecto que existe en nosotros, es
como encontrar una pista en un mapa del tesoro. Donde antes sólo había un
camino obscuro y misterioso… ahora hay una luz. Una flecha que señala el camino
y nos ayuda a encontrar ese anhelado tesoro.
Conocer estos miedos y aceptarlos con
amor y compasión, como una parte nuestra que existe y es real, nos permite
avanzar. Cuando nos damos cuenta de algo que nos detiene… entonces podemos
hacer algo al respecto. Podemos elegir. Podemos enfrentarlo, sanarlo y
convertir eso que nos asusta, que nos avergüenza o queremos mantener oculto en
una verdadera fortaleza personal… Es como pulir una piedra y convertirla en un
diamante. Sin pulirla, tiene poco valor… pero al pulirla, se convierte en algo
invaluable.
Descubrir esos temas que nos paralizan y
hacerles frente, es un verdadero regalo para nuestro ser. Es sólo así como
nuestra “sombra” puede convertirse en “luz”.
Atrévete a enfrentar esos miedos y
conviértete en esa persona que naciste para ser; conviértete en esa luz que
iluminará y transformará al mundo.
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