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espués de ser la “paciente” más cumplida de
mi ginecólogo y no dejar de hacerme ningún control durante toda mi vida, por
razones que no vienen al asunto, dejé de ir a controles por cinco años. Este
año volví después de esa larga ausencia.
Al entrar, habiéndome ya yo juzgado y
sintiéndome culpable por “semejante irresponsabilidad” y avergonzada por haber
“traicionado” a mi ginecólogo con mi larga ausencia, me desviví en
explicaciones sobre la misma, mostrando análisis que me había hecho otro médico
y mil cosas más. Mi ginecólogo no pudo hacer más que revisarlos y decirme que
todo estaba bien. Estaba muy contento de verme de nuevo y yo de verlo a él.
Inmediatamente volví a sentirme tan en paz y tan contenida como siempre me
sentí en su consultorio. La relación que uno tiene – o que yo tengo más bien –
con él es muy especial; después de todo no son los dientes o los pies lo que me
revisa y, no solo eso, sino que, además, fue co-partícipe de dos de las más
lindas aventuras que he tenido en mi vida: el nacimiento de mis dos hijas.
El diagnóstico era predecible; y fue consistente
y definitivo: MENOPAUSIA.
No sé cómo hubiese tomado la noticia años
atrás… al fin y al cabo, este tema es medio tabú. A muchas mujeres les asusta y
me imagino que a muchos hombres también. A una mujer no se le pregunta jamás si
ya pasó por la menopausia – no sea que se vaya a ofender pensando que estamos
insinuando que es vieja (asumiendo que piensen que “vieja” es “malo”). Y, no
sólo eso, sino que, además se usa como insulto: “tiene la meno” o “vieja
menopáusica”… De alguna manera me doy cuenda de que muchas mujeres lo asocian
con un “final de la femineidad”… ¡como si fuese posible semejante cosa! Y, no
sólo eso, sino que el “panorama” no es muy alentador… los incendios, las noches
difíciles, los cambios corporales, la amenaza de la posibilidad de un
“repentino bigote” y algunos otros cambios más serios.
Internamente sentí un gran alivio. Era algo
“normal” después de todo. Y, aunque tengo apenas 45 años, recibí con mucho gozo
la noticia. Honestamente, me pareció una situación comodísima y maravillosa.
Había tenido el gusto tiempo atrás de escuchar
a la Dra. Helen Fisher, una antropóloga estadounidense, hablar sobre los
dividendos maravillosos que la naturaleza tiene deparados para las mujeres que
alcanzaran este estado. Hablaba de cómo en esta etapa los niveles de estrógeno
disminuyen y los de testosterona aumentan.
Este tema va mucho más allá del
enronquecimiento de la voz o la posibilidad de crecimiento de “bigote”. El
estrógeno potencializa las cualidades que son llamadas “femeninas”, como la
capacidad de “hacer nido”, la sensibilidad, la intuición, la creatividad, la
capacidad de sintetizar, de ser empáticas… y, por el otro lado, la testosterona
potencializa las cualidades llamadas “masculinas”, como la asertividad, la
capacidad de tomar decisiones, el desapego, el impulso de iniciar cosas nuevas,
la fuerza activa…
Es decir que este cambio en la producción de
estas hormonas representa una oportunidad maravillosa para nosotras las
mujeres. No sólo conservamos el delicioso placer de ser mujeres, sino que,
ahora, además aumenta nuestra asertividad, es más fácil tomar decisiones,
incrementa la capacidad de ser francas y de “soltar” lo que nos hace daño,
nuestro empuje para emprender proyectos propios o para involucrarnos en causas
que nos toquen el corazón… hemos madurado,
idealmente nos importa menos lo que piense la gente de nosotros, estamos más
cómodas con nuestro cuerpo, hay menos culpa y menos vergüenza – si es que algo
queda -, nos sentimos confiadas, nos conducimos con mayor soltura, con más
pasión, tenemos experiencia laboral y somos más cultas que muchas de nuestras
generaciones anteriores, tenemos más conexiones… hemos recordado lo que nos
gustaba y que habíamos olvidado durante la época en que nos dedicamos a ser
madres y esposas… Y muchas de nosotras aún nos consideramos jóvenes.
No sólo eso sino que, además por primera vez
en nuestra vida estamos “al mando de nuestra vida”. Ya muchas veces los niños
se han ido de casa o son más independientes y podemos elegir desarrollar
proyectos propios, que pospusimos durante décadas por X o Y razón… Me pregunto…
¿Y cómo podría ser esto aún mejor?
Es en esta etapa en donde en muchas culturas
aún llamadas “primitivas” – que de primitivas no tienen nada – son consideradas
líderes o figuras de referencia en la sociedad por su sabiduría. Es en esta
etapa donde miles de mujeres se involucran en organizaciones civiles; entidades
que se están convirtiendo en el “tercer poder”, después de los gobiernos y la
industria, según Peter Drucker.
Así que me siento sumamente agradecida por
haberme encontrado con esta antropóloga, entre otras muchas personas que me han
enseñado sobre mi Ser Mujer, sobre mis ciclos… sobre la vulnerabilidad, sobre
el amor, la aceptación, la sexualidad, las conexiones, las relaciones, la
espiritualidad… Hoy estoy recibiendo esta noticia con los brazos, la mente
y el corazón abiertos. Ni hace falta
mencionar que me hace feliz también el no tener que atravesar de nuevo por la
menstruación o preocuparme por el control de la natalidad. Además de la dicha
de contar con medicamentos que permitieron que, en menos de un mes, los
incendios desaparecieran…
Todo está en nuestra mente. Nosotras tenemos
el poder de vivir esta etapa – así como otras que nos han enseñado a temer – de
una manera totalmente distinta. Podemos recibir esto con regocijo y deseo de
aventura, sabiendo mejor que nunca quiénes somos y lo que tenemos para ofrecernos
y ofrecerle al mundo o con miedo, lamentaciones e invalidando nuestra
femineidad.
Yo, opto por el gozo, por el poder, por la
posibilidad de equilibrar mis talentos. ¿Tú? ¿Qué eliges?
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Excelente!, muchas gracias por plantear de una manera diferente a lo que tanto y tanto le tengo miedo, tengo exactamente la misma edad que tu, creo que eso me hizo comprender más lo que quisiste decir, solo me queda darte las gracias!!
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