miércoles, 29 de mayo de 2013

A crearme otra historia…


U
na de las cosas más hermosas que he aprendido es a ser amorosa conmigo misma. Comencé a aprenderlo el día que dejé de concebir la compasión como un sinónimo de lástima y comencé a entenderla como un acompañamiento en el amor. Fue una noción realmente liberadora. Fue algo que realmente me acarició con ternura el corazón… una brecha se abría ante mis ojos…Esta era la posibilidad de no estar ni del lado del verdugo que me castigaba constantemente ni del lado de esa patética figura que sentía lástima de mi misma…

En ese momento no había experimentado todavía lo que se siente cometer errores y, aún así, elegir mantener la paz. Aún perseguía inconscientemente la ilusa idea de la perfección absoluta. Y, cuando repetidamente me daba cuenta de que cometía errores – más aún cuando eran tropezones con los cuales ya me había encontrado en el pasado – me entristecía, me frustraba y me castigaba. No sólo eso sino que entraba en tremebundo dilema tratando de empatar de la mejor manera posible lo que mi mente me decía que debería ser  y lo que, obviamente, era como era. Nunca conseguí empatar estos escenarios.


El haber participado en varios grupos de crecimiento personal, me permitió comprender que mis conflictos existenciales no eran tales. Que casi todas las personas a mi alrededor tenían los mismos conflictos. Qué su diálogo interno también era imparable… y que, al igual que yo, no habían encontrado una fórmula que permitiera unificar lo que se suponía que fuera con lo que era. Historias en apariencia muy distintas… pero muy similares en el fondo.

Y fue entonces cuando decidí aprender. Como cuando aprendí a montar bicicleta. Me subí, lo intenté, me caí, me raspé, me levanté, olvidé cómo se hacía, me subí de nuevo, caí de nuevo, sangré… hasta que finalmente logré mantener el suficiente equilibrio para avanzar tramos más y más largos cada vez, pudiendo mantener la dirección y no sólo eso, sino disfrutarlo.

Así que me encuentro a mí misma muchas veces en esos largos paseos que nos presenta la vida… cometiendo errores sin siquiera voltear a ver atrás, más que para darme cuenta de eso; de que cometí un error, que tropecé, que me raspé... Me levanto y sigo adelante. Siento lo que toca sentir. Corrijo lo que hay que corregir. Pido de corazón y con humildad las disculpas que haya que pedir. Y, por sobre todo, elijo de nuevo la paz. Comienzo de nuevo. Cada instante es una oportunidad de crearme de nuevo, para decidir quién quiero ser ante lo que se presenta…

Sin embargo, todavía hay días como hoy, en los que el diálogo interno no se detiene. A sabiendas de lo absurdo que es pelear con la realidad, lo hago. E intento de diversas maneras que, aquello que todavía concibo como lo que debería ser  gane la batalla… Y, como dice Byron Katie, “sólo pierdo el 100% de las veces.” Y me castigo. Y siento dolor. Y encuentro sufrimiento. Hasta que algo me hace recordar… un mensaje de algún ser de luz que me hace encarrilarme de nuevo y darme cuenta de que sólo es una historia… una historia que puedo soltar… una historia que puedo dejar de crear… Y entonces ya me puedo amar de nuevo. Y puedo amar de nuevo también a los personajes de mi historia…


Esta es una decisión que podemos tomar en cualquier momento. La disposición de percibir algo de una manera no es permanente. Podemos cambiarla en cualquier momento. Esto es muy refrescante, muy sanador… ¿Alguna historia que te toque a ti transformar..?




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