Hace un par de
días me reuní con un amigo a revisar una propuesta de trabajo. Un amigo de mi camino
espiritual. Después de hablar de la propuesta, salió a la conversación el hecho
de que terminé con mi última pareja y las razones por las cuales esto se había
dado. Él se quedó confundido cuando acabé de contarle… Definitivamente consideraba
que era justificable… pero no entendía los pormenores. Se puso las manos en la
cabeza y dijo: “(los hombres) ¡Estamos en pañales!”.
Para mis amigas
mujeres la cosa no pudo estar más clara. Lo captaron inmediatamente. Muchas con
historias de abuso de poder por parte de hombres en sus vidas. Casi todas en un
proceso de sanación, de crecimiento espiritual. Ninguna ya dispuesta a “volver
atrás” y a ser la misma de antes. No más acallar sus voces internas, hacerse pequeñas
para que el que esté a su lado se pueda sentir grande, apagar su luz para que
otros brillen, vivir una vida sin sentido, pero “cumpliendo su deber de mujeres”.
Siendo “buenas.”
Siguió la conversación con mi amigo. Antes de terminar el tema me dijo algo – creo que como una expresión de su propia frustración al no lograr entender a profundidad ni mi pensar, ni mi sentir. Me lo dijo como un “cuate” le diría a otro “cuate” algo que considerara importante que supiera:
“Es que eres
demasiado exigente. …más que eso, eres prácticamente una amenaza para cualquier
hombre, eres verdaderamente intimidante. Con esa seguridad que tienes y encima
de todo, tus conocimientos.”
Hago la aclaración
de que, en este camino de crecimiento nos decimos las cosas tal como son,
porque sabemos que hacer eso, no es más que una muestra de amor incondicional.
Cuando alguien se puede sentar frente a uno y decirle algo “difícil” de decir,
con total claridad, sin vueltas, directo, y – sobre todo – con muchísimo respeto,
es una muestra de amor.
Hace años, este
comentario me hubiera hecho añicos. Inmediatamente hubiese conectado con esa
parte de mí que me decía que yo estaba mal, que yo me había equivocado y que
tenía que salir corriendo a pedir disculpas. Que realmente debía ser más “realista”,
más flexible, dejar de esperar “tantas”
cosas de mi pareja o de la vida en general y, por encima de todo, ser más
conformista. No “molestar.”
Pero esta vez,
fue totalmente diferente. Fue como si esa parte mía nunca hubiese existido… No
se me movió un pelo cuando él hizo este comentario. No salí de mi centro, ni
perdí el enfoque. Con todo cariño y respeto, al igual que él, le respondí: “Si,
es cierto. Para un hombre como tú, que no ha hecho su trabajo, puedo ser una
amenaza. Pero para un hombre como el que yo deseo, que haya hecho su trabajo y se
sienta tan seguro de sí mismo que no le afecte que yo sea yo misma, así como
soy, no represento ninguna amenaza. Ahora no me queda la más mínima duda de que
lo valgo. Puedo ser la mujer más dulce, más amorosa, más flexible y femenina
del mundo, siempre y cuando me dejen Ser tal como soy.”
La aceptación
total de mi persona no es negociable. No voy a permitir a nadie que intente
cambiarme. Ya no estoy dispuesta a hacer cosas que no me hacen feliz.
Si he de ser
honesta… no me hace falta estar con alguien al lado mío. Ya esas épocas
pasaron. Me siento tan feliz y tan plena que no necesito, ni creo necesitar, una
pareja. Entiéndase bien… no lo “necesito”,
lo cual no quiere decir que no lo desee. Sí, lo deseo, claro que sí. Pero estoy consciente de que no es una
necesidad, No me siento sola, ni incompleta, ni rara, ni fracasada por no
cumplir una de las expectativas de éxito de la sociedad: estar en pareja.
Y en este
momento, sólo deseo continuar en paz trabajando las emociones y los temas que
me tocan sanar en este duelo que atravieso. La tristeza y el dolor todavía están
presentes. Todavía me hace falta. Todavía lo amo. Eso no ha cambiado en
absoluto. Sólo que ya no deseo ser su compañera.
Y cuando
aparecen estas emociones, las siento con amor. Les doy la bienvenida con respeto,
sin miedo de sentirlas, honrándolas tal como son. Uso diferentes técnicas que
me permiten sanarlas. Sé que todo está bien así como está. Sé que se acabará cuando
sea el momento, que el tipo de amor que ahora siento se habrá transformado y
que yo, gracias a esto, habré evolucionado, habré crecido.
Estoy agradecida
por esta experiencia de pareja. Agradezco esta conversación y los comentarios
de mi amigo. ¿Qué se requeriría para que aprendamos a ver estas situaciones que
suceden en nuestras vidas como oportunidades de crecimiento?
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