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los últimos años personas importantes para mí se han ido de mi vida. Se han ido
porque las cosas no han sido como “esperábamos”, porque han querido irse,
porque yo les he pedido que se fueran o porque ha habido una confrontación y a
partir de ella han decidido irse.
Cada
una de esas personas que se ha ido ha provocado en mi un “movimiento telúrico”,
un temblor. Algunos fueron fuertes, me movieron muchíiiisimo… y provocaron en
mí numerosas cosas… profundos temores, dolores, tristeza… Otros, apenas los
sentí. Con unos incluso fue peor el ruido que me provocó no saber por qué se
iban que la partida en si… Me pregunté muchas veces qué es lo que estaba haciendo
mal. La mente, el ego… siempre queriendo tener la respuesta correcta, controlar
lo que pasa, “manejar” las situaciones como “debiera” ser.
Sé
que la aparición de cada una de estas personas ha tenido un propósito. Y todas
han dejado algo en mí. Algo positivo. Incluso aquellas con las que la
experiencia fue más dolorosa que placentera, o aquellas que aparecieron solamente
para que yo pudiera poner en práctica mis nuevas habilidades para poner límites
– una gran área de aprendizaje en mi vida.
Y
finalmente decidí abordar el asunto. Abordar ese “ruido” que me provocaba la
partida de estas diferentes personas. Y así lo hice. Era el viejo y conocido temor
que ha surgido muchas veces en terapia. El miedo al abandono. A mí niña interna
herida no le gusta la idea de que la “abandonen”, aunque esta niña cada vez
está más sana y aparece menos veces. Mi adulta sabe que no puede ser
abandonada; puede ser dejada, pero abandonada ya no.
Ya
no estoy dispuesta a complacer a otros para que se queden en mi vida a pesar de
mi misma. Ya no. Ahora estoy en paz con quien soy. Con todo lo bueno y todo lo
malo. Y estoy ya en paz también con la partida de estas personas. A casi todas
les guardo cariño y tienen un lugar en mi corazón. Con otras, para ser honesta,
su paso fue tan rápido y tan intrascendente, que ni tiempo hubo de hacerles ese
espacio. Y está bien. Me siento tranquila.
Una
frase que terminó de rematar el trabajo de sanar esa arista del miedo al
abandono fue esta:
“Habrá algunos que no
puedan seguirte cuando cambies. Es el riesgo de evolucionar. Pero vendrán otros
a acompañarte en este tramo nuevo y bien vale la pena.” Lisa Alther
Esta frase me hizo caer en cuenta que nosotros los
seres humanos no manejamos muy bien el cambio; le tememos a lo desconocido. Y
yo he cambiado considerablemente, reflejándole a muchas de estas personas cosas
que no querían ver en sí mismas. Provocando en ellas un temblor. He ido
aprendiendo a abrazar el cambio, aunque no siempre lo hago tan rápidamente como
me gustaría.
También esta frase me hizo traer a la conciencia a
aquellos que han venido a acompañarme en este tramo de mi camino… esto ha sido
algo extraordinario. Un regalo que no esperaba, tan abundante, tan profundo,
tan inusitado… Jamás soñé que amistades como las que hoy tengo, pudiesen
existir. Y por ello me siento muy privilegiada. Muy feliz.
Ahora estoy en paz con la partida de estas personas
en mi vida. Sé que seguirán yéndose algunas. Y sé que vendrán otras. Y todo
tendrá que ver con lo que se está moviendo dentro de mí. Lo cual me gusta,
porque sé que siempre – sin lugar a dudas – es para bien.
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